COMENTARIO DE APLICACIÓN EXCLUSIVAMENTE MASCULINA
Cuando el hombre se encuentra ante un callejón sin salida es evidente que no está mirando en la dirección adecuada.
Hablando de hombres, de dirección adecuada y de acción podríamos utilizar el cotidiano, permanente y repetitivo acto de mear como símil de la actitud del hombre ante la vida.
Por regla general un hombre cuando va al baño a mear se encuentra ante una pared, se saca su miembro meador y sin mirarlo demasiado, sea por aburrimiento o por miedo y por regla general con una sola mano, con una mezcla de éxtasis y resignación, vacía su vejiga. En esto también hay diversos modelos, los hay ruidosos, escrupulosos de no ser oídos,…, etc, pero eso puede ser objeto de otro análisis. En lo que si hay unanimidad es en la inevitable salpicadura, imperceptible pero general con el consiguiente y desagradable olor posterior, sobre todo en aquellos sitios frecuentados por varios varones mingitores.
Hasta este punto, en esta primera aproximación a la viril meada tradicional tenemos varios hecho incuestionables: el hombre mea sin horizonte e invariablemente salpica y altera el entorno. Este proceso resulta especialmente desagradable, sobre todo para quien tiene que agacharse tras el inodoro para hacer la limpieza. Cuando, en el ámbito domestico, esta persona es la misma que quien produce la salpicadura, puede llegar a producirse un cambio en la conciencia que se podría aplicar a otras situaciones humanas.
El individuo meador/salpicador experimenta con la oportunidad de sentarse a mear. No sin cierto pudor, al comienzo, por lo que tiene de alteración de la meada erecta tradicional del “homo means”, el aventurero experimentador percibe que el horizonte se amplia vertiginosamente. Contra la sólida frialdad de los azulejos se abre un sinfín de objetos que antes eran desapercibidos: el color de las toallas, la necesidad de cambiar el portarrollos, habría que limpiar la puerta del cuarto de baño y , tal vez, una percha en ese rincón serviría para llegar mejor a la toalla del baño y evitar que se salga el agua de la ducha.
Todos esos pensamientos, aparentemente domésticos surgen de la calma de la postura. Además, sobre todo cuando se pasa de los 50, siempre queda el chorrito desleal que aparece cuando ya parecía que no había más que sacar de la vejiga. Si el chorrito inoportuno llega cuando ya salimos por la puerta, resulta especialmente molesto, pero si llega cuando estamos cómodamente sentados no pasa nada porque hemos invertido el tiempo de espera a su llegada en el repaso y diseño de nuestro entorno sanitario y es recibido con la alegría con que se recibe a un viejo amigo.
Cada quien puede buscar la aplicación práctica de este relato simbólico/realista/meador. Cuando una persona está preocupada por un asunto suele estar mirando/meando la realidad siempre en la misma dirección, como nuestro “meante habitual”, ese es el momento para cambiar la posición en el cuarto de baño de la vida y percibir la realidad desde otro punto de vista. Tal vez algún que otro alcalde, presidente de gobierno comarcal o de comunidad de regantes debería sentarse para mear. Cuando creemos creer, convencidos por el pensamiento colectivo, que la culpa de la crisis la tienen los trabajadores, es el momento para sentarse en el inodoro y cambiar de horizonte. Cuando los presidentes de las comunidades de regantes creen, como dictado de dios, que todo el regadío es bueno y necesario, es buen momento para sentarse a mear y ver el otro lado de la realidad.
Se trata con esta pueril experiencia de ver las cosas desde otro ángulo y sobre todo evitar salpicar, evitar que el fruto de su acción no dañe a su alrededor y evitar igualmente los malos olores de nuestra acción. Y si esto es valido para nuestros representantes próximos no lo es menos para quienes tiene en sus manos la evolución del pensamiento colectivo.
En estos tiempos de crisis la solución está en otra parte.
¡¡Señores ministros, señores alcaldes y políticos en general, siéntense para no mear fuera del tiesto!!
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