domingo, 19 de septiembre de 2010

EJERCICIO DE MINORIAS

Cuando todo el mundo alaba la figura de José Antonio Labordeta, quede con nosotros su recuerdo como luchador de minorías.
D.E.P.
SALUD Y REPÚBLICA

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y coherente hasta el final:para morirse elige el dia Motorland, fiesta grande de la estupided aragonesa. Ha dejado a las altas instancias sin saber que cara poner, dando el pesame con el champán y el canape en las manos.

Anónimo dijo...

Solo ante el peligro

19 SEP 2010 12:55

«En el Gran Hotel de Zaragoza hace una temperatura de enero. Es el tipo de verano que gusta a la gente. El viajero abre de par en par las ventanas de su habitación para conseguir algo de calor. Se acerca el teléfono y marca el número de Labordeta. "Arremójate la tripa...", va tarareando con cariño y sin cinismo. El padre del cantante era de Belchite.

Franco mandó llamar a la élite belchitana y dijo que iba a premiarles. Y que podían elegir el premio: o subirles el Ebro o un pueblo nuevo. Eligieron el pueblo. Hay una interpretación de por qué lo eligieron: la propiedad estaba muy repartida en el pueblo y, si la tierra se ponía a rendir, acabaría por no haber mano de obra. Los presos construyeron el pueblo nuevo. Hasta que estuvo listo, a mediados de los cincuenta, la gente siguió viviendo en el viejo: había sufrido la guerra, pero era perfectamente habitable. Por eso, Franco les dio a elegir. La noche de fin de año de 1954, o quizá fuera de 1955, tuvo lugar allí un suceso memorable: un chaval de 20 años, uno de los Labordeta, José Antonio, cantó por vez primera en público. Fue en el viejo café, interpretando la melodía de Solo ante el peligro. Aún recuerda vivamente que cuando acabó se le acercó uno de allí y le advirtió: "Chaval, no vuelvas a cantar que es cosa de maricones". La destrucción del antiguo Belchite comenzó a partir del traslado. Es la gente la que sujeta las casas. Pero es que, además, en el pueblo nuevo no habían previsto lugar para los animales. Los de Belchite bajaban a donde vivieron, entraban en lo que fue suyo y se llevaban vigas, maderas, cañizos, y es así como construyeron las cuadras y la leyenda.

El viajero sale a cenar a las once en punto de la noche.»

Ebro/Orbe, Tentadero, 2007, pág. 52