En fin, y así llevo años, dándole vueltas al asunto, incapaz de salir de este dilema, cuando de repente, la Iglesia Católica ha venido a ayudarme (increible) a centrarme un poco en este tema gracias a su ya famoso anuncio sobre "las especies protegidas", que, por supuesto, no reproduciré aquí por respeto a quienes me leéis de vez en cuando y que no merecéis, desde luego, escandalizaros con una muestra de cinismo tan sumamente grosera y falaz.
Porque lo que sí he tenido absolutamente claro desde hace décadas es que a la Iglesia Católica (a la Historia me remito y no hay que remontarse muchos años atrás para ello) nunca le ha importado en realidad la vida. A la institución que ha tergiversado hasta la náusea el mensaje evangélico para convertirlo en una religión de la muerte, que ama la muerte, que desprecia esta vida terrenal, que ha avivado y sigue avivando guerras y dictaduras, que se opone a la anticoncepción favoreciendo embarazos irresponsables y transmisión de enfermedades como el SIDA le importa tan poco la vida de un embrión como la de las mujeres que han visto reducida su vida a un valle de lágrimas por culpa de su moral hipócrita.
Francamente (nunca mejor dicho), lo que a la Iglesia le preocupa de verdad es que las mujeres NUNCA alcancen el pleno derecho sobre su sexualidad y sobre su cuerpo; y la única especie protegida en todo este embrollo (vía concordato o a mano armada cuando ha sido preciso —a las fotos me remito—) ha sido, es y, por lo que parece, seguirá siendo ella.
Porque lo que sí he tenido absolutamente claro desde hace décadas es que a la Iglesia Católica (a la Historia me remito y no hay que remontarse muchos años atrás para ello) nunca le ha importado en realidad la vida. A la institución que ha tergiversado hasta la náusea el mensaje evangélico para convertirlo en una religión de la muerte, que ama la muerte, que desprecia esta vida terrenal, que ha avivado y sigue avivando guerras y dictaduras, que se opone a la anticoncepción favoreciendo embarazos irresponsables y transmisión de enfermedades como el SIDA le importa tan poco la vida de un embrión como la de las mujeres que han visto reducida su vida a un valle de lágrimas por culpa de su moral hipócrita.
Francamente (nunca mejor dicho), lo que a la Iglesia le preocupa de verdad es que las mujeres NUNCA alcancen el pleno derecho sobre su sexualidad y sobre su cuerpo; y la única especie protegida en todo este embrollo (vía concordato o a mano armada cuando ha sido preciso —a las fotos me remito—) ha sido, es y, por lo que parece, seguirá siendo ella.
Fotografía: http://golpesbajos.blogia.com/2008/febrero.php
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